Concursando en el Blog :
Aunque no ter Pueda ver
Con el relato de "Especial de Navidad"
Cuando empiecen las votaciones, a los que les guste la historia, porfi, voten por mi :D
Es que, mas que por el premio, es por el hecho de que les guste mi historia *-* ⋆
Sin poder evitarlo, miré embobada al lindo chico que estaba al frente mío cortando un árbol para navidad.
¡Oh, Jade, maldita pervertida! Es tu tátara tío abuelo.
Estaba mal. Peor. Demente. Loca. Debería estar en un manicomio.
Pero no puedo por un simple pero importante hecho.
Estoy muerta.
Ah… Es… Algo complicado, obviamente. Pero con el tiempo he logrado, eh, hacerme a la idea.
Llevó casi dos meses viviendo esta realidad, y bueno, el hecho de que Benedict, el apuesto hombre de 21 años (murió a los 21 pero tiene ya algo así como 130, o una edad cercana a esa), de contextura grande y musculosa, ojos y pelo marrón oscuro, y unas facciones muy rudas que están de muerte; y bueno, que él haya estado conmigo todo este tiempo ayudándome a aceptar todo esto ha facilitado mucho las cosas… En ese sentido.
Por otro lado, es una verdadera tortura estar día y noche con el hombre del que te enamoraste en tan corto tiempo y que él te vea solo como una hija-nieta a la cual consentir, ya que lleva más de cien años solo.
Él también está… muerto, si es que se puede llamar de esta forma a cómo estamos.
Porque él murió. Yo también.
Pero seguimos aquí.
No necesitamos respirar. No nos late el corazón. Murió el cuerpo aunque no se pudre ni nada de eso.
Somos algo así como fantasmas.
Buuu…
Y naturalmente, una vez muertos no podemos volver a nuestra antigua vida.
El que yo haya muerto la noche de brujas tampoco contribuye mucho. A Benedict le encanta bromear por eso.
- - ¿Qué te pasa, Jade? – me preguntó Benedict tiernamente. No me había dado cuenta de que ya había terminado de cortar el pino y que llevaba un buen rato observando mi cara pensativa.
¡Jo! ¿Que qué me pasa? ¡Que estoy loca por ti, mi tátara tío abuelo! Y además me ves como a una niñita.
No. No le diría eso. Me imagino a la perfección la cara de espanto que pondría Benedict al escucharme decir eso. Y después me consolaría como a una niñita de seis años y me diría que solo es un encaprichamiento y que ya se me pasará.
- - ¿Jade? – volvió a preguntar Benedict en tono preocupado. - ¿Qué pasa, cariño? Dijiste que te gustaba este árbol, pero si cambiaste de opinión puedo cortar otro. – me terminó de decir con una sonrisa amistosa.
¡Dios! ¿Quién no se iba a enamorar de alguien así?
Pero, a la vez, eso me mata. Que sea tan tierno. Que me llame cariño.
Nuestro primer encuentro, bueno, primer encuentro para mí porque él llevaba vigilándome más o menos de que supo de mi existencia cuando yo tenía tres años, no había ido muy bien que digamos.
Yo acababa de salir del cementerio en el cual me habían enterrado y él había aparecido en plena noche, de la nada, para decirme que era mi tátara tío abuelo.
Y yo me había desmayado.
Eso, sumado a que yo me había muerto solo con casi 17 años, hace que Benedict me vea como una persona frágil.
- - Ese árbol está bien, Ben. Gracias por hacer esto por mí. – le respondí dulcemente.
- - De nada. – me dijo con una sonrisa amplia de felicidad en su rostro. – Sabes que quiero que tu primera navidad… así, no sea dura.
- - Eres una persona muy buena, Benedict Decroix. Merecías haber vivido hasta viejo. – me reí ligeramente mientras me ponía de pie, ya que había estado todo el tiempo sentada en una roca mientras lo veía trabajar.
Me sorprendió ver que Benedict se había puesto serio cuando le dije eso.
- - Así no me habrías conocido, ¿no?
- - ¿A qué te refieres?
- - Si yo… hubiese vivido todo lo que correspondía, no nos hubiésemos conocido. – parecía… dolido.
- - Ah… - Disimula, Jade, disimula. – Pues, no. Pero sé que hubiese escuchado muchas cosas del tátara tío abuelo, el legendario Benedict Decroix.
- - Ya.
- - A lo que voy es que te merecías haber tenido una vida normal como todas las personas, Ben. Tener una casa…
- - Tengo bastantes casas por todo el mundo.
- - Un trabajo que te apasionara… - seguí sin inmutarme.
- - Puedo disfrutar de la vida haciendo lo que quiero sin necesidad de responder a alguien
- - Cumplir 50 años y que se te notaran…
- - Dicen que todos quieren mantenerse siempre jóvenes.
- - Haberte enamorado…
- - ¿Y qué te hace pensar que no lo he estado, o que no lo estoy? – me preguntó un poco molesto.
Decir que me quedé sorprendida es ser amable.
Estaba, eh, algo así como en shock.
Benedict enamorado.
- - ¿Has estado enamorado? – le pregunté a duras penas.
- - Naturalmente. – me respondió con una sínica sonrisa. Pocas veces se ha mostrado así de frío conmigo. No me gusta. – Y sigo estándolo. Y creo que lo estaré siempre, Jade.
- - Ah…
- - La quise desde la primera vez que la vi. Y sé que va a seguir siendo así.
Piensa en otra cosa, piensa en otra cosa, Jade. Vamos, canta para distraerte. Navidad, navidad, perra, dura, rastrera y blanca navidad…
Me sentía morir. Vaya regalo de navidad que acababa de recibir.
Pero los años con la Sra. Nina me han enseñado muy bien a disimular.
- - Wow. Lo siento mucho, Benedict. Supongo que debe ser… difícil estar en una situación así.
Ahora era Benedict el que parecía… consternado.
- - ¿No… te afecta? – me preguntó a duras penas.
- - No. – le mentí aparentando estar segura. – Bueno, abue. ¿Vamos a llevarnos el árbol o no?
- - ¡No me vuelvas a decirme eso, nunca! – exclamó alterado mientras se acercaba a mí y me tomaba los brazos con sus grandes manos, acercándome tanto a él que mi cuerpo estaba a menos de un paso de distancia del suyo.
Tuve que alzar bastante mi cabeza y separarme un poco de su proximidad para poder mirarlo a la cara.
Estaba… enojado. Y muy alterado, a duras penas podía respirar.
Dejándome llevar por un acto impulsivo, algo un tanto común en mí, alcé mi mano izquierda y la pasé suavemente por la mejilla de Benedict, que al sentir el contacto de mi mano se estremeció levemente mientras cerraba los ojos y apretaba los labios.
- - Hey, no era mi intención molestarte. – le dije sin darme cuenta de la ternura que había en mi voz mientras seguía acariciándole la mejilla. Sus manos se habían vuelto un poco más suaves alrededor de mis brazos pero seguía todavía sosteniéndome firmemente cerca de él. – Pero es que como tú siempre me tratas como a una mezcla entre hija y nieta tuya…
- - ¿Es que no has escuchado nada de lo que te he dicho? – se río de forma triste mientras me miraba de una forma que no sabría describir.
Demasiado bien, diría yo.
Suspiré fuertemente mientras me soltaba de los brazos e iba a buscar el árbol, y cuando ya íbamos en el auto de vuelta a casa, se me ocurrió una brillante (bueno, no tan brillante) idea para subirle el ánimo a Benedict.
Sentía que se había deprimido un poco después de haberme hablado de que está enamorado.
Quizá ella ya haya muerto… O quizá esté viva y no puede estar con ella…
Pero, independiente de todo eso, yo lo quiero. Totalmente. Y verlo feliz es mi mayor prioridad.
- - ¿Benedict? – le pregunté después de que hubiésemos terminado de decorar el árbol que había cortado unas horas antes.
Estábamos sentados en un mullido sillón, frente al fuego, y con una taza de chocolate caliente en las manos.
- - Dime. – Había vuelto a la misma fachada amable y de tío regalón con la que me trata siempre.
- - ¿Qué quieres de regalo de navidad?
- - ¿Qué acaso no me has comprado nada? - me dijo haciéndose el ofendido.
- - No es eso. Por supuesto que ya compré tú regalo. – le respondí con una sonrisa. Sabía que me estaba tomando el pelo. – Pero me refiero a algo que no sea material, es decir, si alguien pudiese darte algo, ¿quién y qué sería?
- - Mmm… ¿Por qué esa pregunta?
- - Quiero verte feliz. – era la verdad.
Benedict se quedó mirándome fijamente, con la respiración agitada.
No sé por qué pero de repente sentí que la atmosfera había cambiado por completo.
- - ¿Si tú pudieses darme ese… regalo, lo harías?
- - Por supuesto. – le dije mientras me tomaba el resto de chocolate caliente de un tirón debido al nerviosismo y dejaba distraídamente la taza en una mesita baja que estaba al lado del sillón.
Y fue cuando me enderecé otra vez y me di la vuelta para poder mirarlo, que las cosas terminaron por cambiar.
Benedict tenía su rostro a escasos centímetros del mío.
Oh, Dios. Jade, por favor, no te hagas pasar una vergüenza a ti misma. No hiperventiles.
- - ¿Estás segura? – me preguntó Benedict con la voz sumamente ronca.
Solo pude asentir.
Y entonces, sin previo aviso, me beso.
Y, oh por Dios, besa de maravilla. Y sus labios…. Estaban haciendo que se me derritieran las neuronas y el cuerpo entero.
Olvidándome de todo, rodeé sus hombros con mis brazos y me acerqué más a él mientras lo escuchaba gemir levemente en mi boca.
Después de un rato, Benedict terminó el beso mientras con su mano me arreglaba un poco el pelo.
Hubiese podido jurar que su mano había temblado… Pero no era posible, ¿no?
Lo miré con gesto interrogante.
- - Tenías unas gotitas de chocolate caliente en los labios. – me susurró con su ronca voz mientras sonreía perezosamente. Creo que no era consciente de lo sensual que se veía así.
¿Me había besado solo por eso?
- - Benedict…
- - No necesito un regalo especial de navidad, Jade. – me dijo mientras se ponía de pie sin problemas. El maldito beso no le había afectado. Yo estaba que me moría y él de lo más sereno al frente mío. Sí, me había besado por… quién sabe por qué diablos me había besado pero definitivamente no le había afectado. – Pero espero que mañana disfrutes de noche buena. Me alegra mucho que este año la vaya a pasar con… mi familia. – Sonrió sínicamente al decir esa palabra. - Buenas noches, Jade. Dulces sueños.
Y después de eso, se marchó, mientras yo me quedaba con la mirada perdida en el fuego de la chimenea y con la mano tontamente tocándome los labios.